Nadie

Nadie se lo podía imaginar, yo en mis ocultos pensamientos podía pensar en lo que fuí una vez y ahora, en lo que puedo ser, en lo que soy, en lo poco o mucho que hecho hasta hoy.
La paciencia, dicen que es la madre de la ciencia y siempre recuerdo esta frase cuando me agacho y el cansancio quiere quemarme con cenizas de otros pasajes.
Y me pudo escuchar algún día, lo sé.
No es suficente, escuchar no tiene precio, pero... y... ¿escuchar sintiendo? ¿quíen lo sabe? tampoco sería normal una deuda por ello, sería rodearse de millones, y si no, estar rodeada de falsas palabras...
Que olor tan agrio el de la mentira, cuando huele amargo y sabe a hiel, cuando los ojos se irritan, la cabeza se muere y en la mente se ocupan las mil neuronas (todas) para deternese ante el actuación más sucia.

Me quiso contar un sábado de terraza con mar salada, como fueron sus comienzos, y yo, escuché su historia.
Así como pudimos sobrevivímos a la familia que tanto parecía encantarle adorar a su cria en presencia de los desconocidos...
Se dio cuenta de algo... y me llamo Nadie. Luego termino de explicar el porque de mi nueva etiqueta plateada.
Sólo reía, mientras se frotaba los piecitos en la barra que sostenía el tobogan, hablaba y reía.
Tenía que haber algo, ella no podía darme tanto y bautizarme a su antojo.


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Has comido chocolate, la boca te huele a chocolate...
Algo te ha gustado y no quieres decirmelo.

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Mezclo a menudo mi pasión por escribir, la realidad con la ficción.

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Aún no has dicho nada, no.
¿Podría estar a tu lado mañana?
Nadie estará contigo mañana, ni pasado, ni al otro... o siempre, nadie dormira contigo.




El bolso que dejó en la escalera estaba viejo, y entre el viento y mi curiosidad encontre la nota, aquella nota que decía:
"No puedo escribir sobre algo porque no tengo nada, no me pasa nada, no puedo hablar porque no estoy con nadie, adios."

Ahora Nadie, duerme con ella.

nadie duerme con ella...








Ella no mentía, ella sí sentía.
Nadie le escuchó, y nadie quiso escucharle.